por Eduardo Farías A.
Las acotadas referencias críticas a los poemarios que hacen parte de nuestras publicaciones, son signo de la escasez de reflexión literaria en torno a la poesía chilena. Con Coto de Caza (Das Kapital Ediciones, 2013) de Ernesto González Barnert creo que ha sucedido eso, ya que ha pasado desapercibido en términos críticos, junto con otros como Ruido Blanco de Cristian Foerster o Yoko de Víctor Quezada.
Coto de Caza, desde su título, implica un terreno acotado. En este caso son la poesía (encarnada en la escritura) y la imagen femenina ( o el amor) algunos de los tantos componentes que le entregan unidad a este poemario, temáticas construidas desde una voz poética que devela la construcción intencional de un hablante lírico autónomo. Ernesto González Barnert logra construir un trabajado poemario, en el cual se aprecia un proyecto poético claro y logrado.
La vertiente metapoética está presente en este poemario. Es interesante advertir que el libro comienza con el siguiente verso: “retirado del oficio” (7), el cual demuestra la decadencia del mismo oficio, su término, su fin. Este primer poema nos muestra también la vinculación que realiza el poeta entre la poesía y la comedia: “¿Escribes un poema o sólo estás de comediante? […] Los mejores poemas son jodas / ahora que España es campeón del mundo.” (7) Esta vinculación permite que los poemas no solo estén bien escritos (y editados) sino que también tiendan hacia la entretención. La voz del hablante lírico es amena, franca, sin pelos en la lengua, lo que permite encontrar momentos de reflexión fundamentales: “Lo más descabellado que puedo imaginar / es un fantasma doméstico / aporreando los sueños más horribles del hombre: / lo que se considera éxito, lo que significa tener poder. / Escribir es una rendición honesta, / nervios sensibles a los propios temblores de mano.” (15) o “¿Cuál es nuestra verdad? / En el diario somos la parte más aburrida / del entretenimiento. / Borrachos, por lo general, solemos ser patéticos / cuando no idiotas.” (33) El hablante lírico muestra plena consciencia frente al oficio como una derrota, como la parte más aburrida del entretenimiento que nos ofrece la prensa oficial y como gremio borrachos. Desde mi perspectiva, este hablante lírico con su punto de vista refresca las perspectivas metapoéticas que posee nuestra tradición poética.
Este hablante es un sujeto autónomo, absolutamente desvinculado de la personalidad que relacionamos con el autor: “Observando, por ejemplo, a este otro / sin ganas de escribir, de berrinche / cansado de leer otro día más al idiota / que raya pueblo en la carilla.” (11) o “¿Hace cuánto no escribes / Ernesto? (38) Este desdoblamiento hacia la voz ajena del hablante lírico que habita en otra escritura, está bien logrado porque el hablante no es tratado solo como un componente literario: él tiene biografía, preguntas y respuestas. “No soy tan biográfico como quisiera.” (7) Aunque lo exprese este hablante autónomo, se traiciona porque en Coto de Caza se deja entrever su propia biografía: “Te doy una pista: no fui el loro del organillero / ni el viejo que vende algodones. / Cada quien sabe lo que trae su morral.” (15) o “Hay poemas que hablan de amor, / donde la luz parece fuerte incluso cerrando los ojos. / Aquí pienso en la muerte. / La muerte que te agarra las bolas. / Sólo que su mano es la de mi madre, / la de mi padre. / Y nadie escucha.” (16). Este discurso biográfico se escribe plenamente en la parte X del poema Coto de Caza. La construcción de la voz del hablante lírico, de su historia, logra potenciar el desdoblamiento con la figura del autor. Y el hablante lo sabe, y también el autor: “Creo que mi vida la ha vivido otro / y éste no es mi poema, sino su poema / mientras miro el reloj y ella no llega” (46) La existencia del hablante es necesaria no solo para la construcción del poema, sino que también para la construcción del amor.
Pareciera que la voz femenina se encuentra ausente en este poemario o, más bien, que esta fuera una pura referencialidad. Está pero no podemos saber ni lo que piensa ni lo que dice. Solo habla el hablante lírico, quien construye un discurso cargado de sexualidad: “Me recalientas cuando tapada con una toalla te secas el pelo / o sobre la cama te buscas pelitos locos en las piernas” (21) Discurso que se mezcla también con la cotidianidad: “Déjame ayudarte a colgar la ropa, / extenderla al sol, fotografiarte ahora / con ese parchecito de gasa en el muslo / que tanto me excita” (44) Junto a toda esta sexualidad, el hablante lírico también expresa reflexiones, en las cuales la mujer es apreciada: “No sé cómo lo haces: al final del día, / eres todo lo que importa.” (22) o “No te asustes, algún día entenderás / que no importa que se destruya todo. / Lo que importa es que no salgas lastimada” (42). La soltura y coloquialidad que exhibe el discurso del hablante lírico al hablar de sí y/o de las dinámicas de la relación, permite que el lector sienta la presencia de esta mujer. Coto de Caza es también un poemario de amor.
Para terminar, este poemario de González Barnert, desde mi perspectiva, no debe pasar desapercibido para el lector de poesía. Bajo la cubierta naranja del libro podemos encontrar oficio. La edición de Das Kapital muestra la prolijidad de la escritura del autor, sobre todo en el corte versal. Sin embargo, el encabezado en la diagramación me parece innecesario. Apreciación técnica que no desmerece el trabajo del autor y de Das Kapital.
Coto de Caza
Ernesto González Barnert
Das Kapital Ediciones, 2013
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Eduardo Farías Ascencio (Santiago, 1985) es Licenciado en Letras Hispánicas PUC y Magíster en Edición por la Universidad Diego Portales/Pompeu Fabra. Ha publicado poemas y críticas en diversos medios. Se ha desempeñado también como editor en la Revista Grifo.
Actualmente es director editorial de Gramaje Ediciones.
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