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“Ok, muchachos vengan a bailar”: Pinochet Boy, de Rodrigo Ramos

por Gonzalo Schwenke

portada_pinochet-boyLa política económica impuesta por la dictadura cívico-militar a través de los Chicago Boys, se sintetiza como la privatización de los recursos nacionales para satisfacer las demandas del mercado internacional. Así, cuando la Concertación llega al poder, perfecciona el modelo mediante los Tratados de Libre Comercio (TLC). Es decir, el proteccionismo estatal se anula y el país navega al ritmo de las potencias económicas a las que les suministramos materias primas.

Pinochet Boy (2016) es la cuarta novela del antofagastino Rodrigo Ramos Bañados. Periodista de la cadena mercurial, ha publicado previamente Alto Hospicio (2008), Pop (2010) y Namazu (2014). Continuando con su proyecto literario, el que se caracterizan por la concentración de personajes en un ambiente atosigante, colmado de trepadores y precariedad. En ella se manifiesta cómo el modelo ha configurado las vidas de los habitantes desde el ámbito laboral hasta las relaciones íntimas y sociales. La ciudad del desierto es el paraíso de quienes están ligados a la empresa minera más importante del territorio.

El volumen está dividido en cinco partes, segmentación que está demás ya que los temas entre capítulos se entrelazan. Durante toda la obra, la narración se sitúa a través de la voz de Leonidas, quien aparece observando y esperando el regreso de Sol. El personaje relata las vivencias de Pedro (40 años), un frustrado escritor que considera que la literatura es un medio para escapar de la realidad; de Mirko, periodista, músico y dealer, quien crece entre colegios y escuelas donde es discriminado por ser huérfano paterno, criado en medio de una familia evangélica y que no puede salir del país por ser deudor de un crédito universitario y, por ello, estar en Dicom, para luego deambular en labores mal remuneradas.

En este tipo de sociedad, todo el que tenga dinero o apellido de prestigio será admitido dentro de un alto grupo social, si no lo detenta será discriminado. Los militares y el empresariado dominan el paisaje desértico, quienes están vinculados al Opus Dei y simpatizan con la “obra” del dictador Augusto Pinochet: “la estampita de Escrivá de Balaguer era frecuente en las oficinas de los poderosos de la ciudad” (38). Los demás querrán tener aquel tipo de éxito medible por el mercado social.

Uno de los personajes que busca alcanzar la esfera de influencia social es el director de la orquesta: hipócrita, doble estándar, arribista y misógino. Vive de la importación de alimento para perros y la dirección de la orquesta es un pasatiempo. De esta manera, se codea con los empresarios y las mineras quienes, en un afán de apropiarse de la gran cultura equipan y mantienen la orquesta para escuchar anualmente “Radetzky March”, o sea, el arte al servicio del arribismo degradante repartido entre la iglesia y el mercado.

Si el jefe prototipo tiene afanes despóticos, los subordinados serán capaces de soportar el abuso constante de la tiranía de los jefes, esto debido al endeudamiento y a la escasez de trabajo predominante y que moldean el carácter temeroso de los asalariados, ese miedo que mueve al país forjado por las carencias y desigualdades, pero que en este volumen está supeditado a la industria de la minería. Los que no están relacionados viven la neoesclavitud en la que el cargo es tan precario que a los empleados se les paga “con vales de supermercado” (45), tal como en tiempos del salitre.

Mientras muchos piensan que los totalitarismos desaparecen, el neoliberalismo se instala como un espectáculo radiante donde el pensamiento es colonizado por un frágil espesor económico y una situación de conservadurismo. Ambos elementos determinan el rango de influencia.

Dentro del panorama cultural nortino aparece una serie de personajes, entre los que destacan los artistas marginales o malditos que están fuera de todo, el escritor de best sellers llamado Chaqueta quien aprueba o rechaza escritores emergentes, que realiza talleres vinculados a la minera y desfila por ferias del libro del norte; Campbell, un publicista progre que negocia su trabajo artístico con la minera, entre otros.

El desarrollo de las relaciones sociales está a cargo de las mujeres, quienes emplean con gentileza la astucia y el oportunismo para negociar con el sujeto que tiene determinado poder y sacar provecho de las posibilidades: “A la académica (…) le pareció machista una opinión de Pedro y lo mandó a la mierda, pero a Pedro le pareció contradictorio que ella tomara café con Chaqueta, quien era un machista declarado” (25) y “Sol impostaba el tono de voz cuando hablaba con alguien importante para su trabajo” (77).

Pinochet Boy es una novela que hostiga al lector con densidad atmosférica, que al utilizar el flashforward, mantiene la narración en una regularidad sobresaliente. Los personajes otorgan un mapa general y verosímil a la ciudad del norte: locación no definida por lo que tales dinámicas y estructuras sociales ocurren en todo el norte grande. Finalmente, el personaje principal se sitúa con naturalidad a observar, sin la necesidad de escarbar en la basura porque todo se presenta ante sus ojos.

Pinochet Boy

Rodrigo Ramos Bañados

Narrativa Punto Aparte, 2016

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Gonzalo Schwenke (1989). Es Profesor de Lenguaje y Comunicación por la Universidad Austral de Chile. Es además crtítico literario del diaro El Insular de Chiloé: http://www.elinsular.cl/.

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Los hilos de la memoria

por Gonzalo Schwenke

img_7043-copiaLa Resta (2015) es una novela intercalada por capítulos donde las voces son Felipe e Iquela, dos jóvenes que bordean los treinta años y que tienen en común su infancia, la indagación de una memoria en cuestionamiento y la resistencia política de sus padres frente a la dictadura cívico-militar. Ellos van construyendo mundos paralelos pero complementarios que observan cómo abordar esta herencia de sus predecesores y que los problematiza al hacerse presente en todas las esquinas.

 En la narrativa de Trabucco Zerán (1983), Santiago aparece como una ciudad inconveniente y apocalíptica, lo que provoca complicaciones en el vuelo de la tercera protagonista de la historia, Paloma. Cuando regresa de Alemania para celebrar los ritos fúnebres de su madre Ingrid Aguirre (exiliada y compañera de resistencia durante la dictadura junto con la madre de Iquela), el avión que trae los restos termina en Mendoza, por lo que la tarea de los jóvenes es buscar y enterrar a los muertos. De esta manera Paloma, Felipe e Iquela inician la forzosa travesía de cruzar la cordillera en la carroza llamada “la generala” para traer el ataúd de regreso.

El primer recuerdo de Iquela es el día del triunfo del “No”. En aquella ocasión Ingrid Aguirre, Hans y su hija Paloma visitan la casa de los padres de la narradora; Consuelo y Víctor. Durante los resultados del balotaje y el tránsito de los padres en la casa, ella relatará con resquemores su primer cigarro, no así su primer beso con alguien de su mismo género, con tal naturalidad y soltura que no existen reparos ni aprensiones. En tanto, Felipe recordará su crianza en el sur junto a su abuela, la relación de la casa con las mascotas y los animales, la profunda necesidad de recordar y la evocación de su infancia en la capital junto a Iquela y la madre de ella, Consuelo.

Iquela es la que da el temple a los capítulos. Introspectiva y en permanente búsqueda del detalle fascinante de la urbe, una perspectiva fragmentaria de la ciudad que la distancia del horror de su contraparte. A Felipe le disgusta y la nombra con enfado: “no ve nada: ella va paveando, comentando el reflejo del sol en los ciruelos, describiendo cómo se estiran las sombras de los edificios sobre el piso” (43). Él se caracteriza por ser obsesivo, delirante y ordenado, tiene la característica de hallar muertos en la calle o en el río Mapocho.

Mientras hacen memoria sobre la experiencia del triunfo del “No” en 1988. Los jóvenes ven con extrañeza un país que les parece ajeno e irán aproximándose a lo que significa la palabra patria: “los restos del carrete del fin de semana u otro que ya no pudo con el calor de mierda santiaguino” (28). Por lo tanto, esta construcción social es abordada por los hijos de exiliados y opositores a la dictadura a medida que se van cuestionando su pasado mientras reparan en el Santiago sucio y descuidado.

Finalmente, la obra presenta características en distinto orden que determinan su valía. Una novela estructurada y programática en su construcción, que presenta una visión liberal donde emergen situaciones lésbicas para mostrar que siempre han estado presentes, el ritmo se sostiene en ambas voces de forma armoniosa, en la que se aprecia la integración de recursos de estilo y constantes analepsis que participan convenientemente en el desarrollo de su lectura. Además, la trama tiene una orientación distintiva: el camino de los personajes es el ejercicio de hacer memoria. De lo anterior, el pasado individual es articulado como identidad mediante lo colectivo. Para el país, recordar siempre es un acto de justicia social. De otro modo, los jóvenes se refieren a lo ocurrido, lo cuestionan y lo hacen suyo para continuar y comprender la historia trazada por los padres. En el mismo ámbito, los muertos hallados en todas partes por Santiago avanzan hacia el descanso, lo que simboliza la síntesis del ayer reciente.

La resta

Alia Trabucco Zerán

Tajamar Ediciones, 2015

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Gonzalo Schwenke (1989). Es Profesor de Lenguaje y Comunicación por la Universidad Austral de Chile. Es además crtítico literario del diaro El Insular de Chiloé: http://www.elinsular.cl/.

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Postales nocturnas. “Labios ardientes”, de Emilio Ramón

por Gonzalo Schwenke

labios-ardientesLabios Ardientes, la opera prima de Emilio Ramón (1984), es una novela basada en abismos y superioridad moral desde lo degradado y que en su estructura tradicional destaca por la minimización de recursos de estilo.

En las primeras páginas, el autor deja entrever cómo vendrá el nudo y el lector se cuestiona si hacia el final de la novela el protagonista logrará salir del abismo en el que ha sumido su cotidiano. Nada nuevo bajo el sol. En adelante, serán incontables las exhibiciones hedónicas del narrador. Éstas serán presentadas con igual relieve al mérito de ser un estudiante destacado durante la educación media que está preparado para las exigencias de la vida universitaria y las obligaciones económicas que se imponen para estudiar dirección de cine y televisión.

Pablo Tapia emigra a la capital con el fin de convertirse en cineasta, pero al poco tiempo debe congelar la carrera debido a las estrecheces económicas. Empieza a buscar empleo y encuentra uno como cuidador de un cine porno. En tal situación y a diferencia de la mayoría de los escritores de Santiago, el protagonista observa una ciudad donde lo que resalta es la pobreza y la marginación social, lejos —incluso— de la preemergencia ambiental y de la maquinaria trabajadora que recorre las calles durante el día. De esta manera se configura un entorno de degradación social: “Y caminar por el centro de noche es un espectáculo digno de ver. Santiago parece otra ciudad, como si las alcantarillas se tragaran al ciudadano diurno de traje y corbata y vomitara a las putas, a los locos y a los angustiados, a los vagabundos y a los deformes”(10).

En aquel cine, el administrador del local, don Marcelo, apodado “el Gorila”, quien representa la decadencia de su negocio, le solicita a sus empleados hacer turnos dobles. Esto significa no sólo operar el local sino también satisfacer sexualmente a su mujer Gloria, una exprostituta ninfómana que su marido complace en todos sus caprichos.

El argumento de la obra coincide con la aparición de Natalia, una clienta habitual que llega a reemplazar al recién fallecido Claudio González (cortador de boletos y amante de las pistolas), muerto por propia mano. Esta circunstancia provocará que Natalia participe con una inesperada preponderancia en la vida y en el departamento de Pablo, revelando su cotidiano y su forma de ver la vida, donde ninguna relación humana debe tener importancia sino sacar el máximo provecho de las personas: “me doy cuenta de que todo el rollo del velorio no es por la comida o el vino, sino para conocer a paltones con una buena billetera y llevárselos a la cama” (51).

Pablo Tapia es un perdedor y un misógino irremediable con delirios de grandeza. Su odio hacia las mujeres —basado en el permanente recuerdo de los reproches de su expolola durante la universidad—lo utiliza como motor para demostrar que él ha avanzado en la vida y ha logrado algo. De igual manera, apela a la creencia de la superioridad de género, es decir, la mujer como ser inferior; mucho más si la categoría de mujer subyace en una trabajadora sexual: “Intento pensar en otra cosa, pero no puedo, y se me viene a la cabeza la idea de la venganza, de hacer algo que la haga sentir más abajo que yo, algo que la avergüence.” (82) Sin embargo, continúa en el mismo sitio, estancado, sin ánimos de salir. Es más, regularmente piensa que su única salida es el suicidio. Igualmente, reparará en su amistad con Natalia, pero pese a que le genera más problemas que amores, asume que le conviene que ella transite por su departamento para convencerse a sí mismo de que ha avanzado en la vida, aun cuando su situación haya pasado de la soledad y la desdicha a una amistad por conveniencia no sexual: “Y la prefiero cerca. Cerca y a la vez absolutamente inalcanzable y dejándome caer a la mierda una vez más. Como la vida misma” (53).

En resumen, la narración busca recurrentemente plasmar la superioridad de un sujeto sobre otro, de lamerse las heridas de un pasado que no se puede subsanar. Esta moralina pechoña, miserable, de confort, nunca en riesgo, escurridiza y conservadora, es la misma que revela una trama floja, sin saltos temporales, y una escritura de primero medio. Si la obra es la visión de mundo de un autor que exhibe una sociedad machista y pueril, me quiero bajar del vagón.

Labios Ardientes

Emilio Ramón

Santiago-Ander Ediciones, 2016

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Gonzalo Schwenke (1989). Es Profesor de Lenguaje y Comunicación por la Universidad Austral de Chile. Es además crtítico literario del diaro El Insular de Chiloé: http://www.elinsular.cl/.

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