Archivos Mensuales: julio 2012

El habla de la honestidad. Sala de espera, de Jorge Polanco Salinas.

Por Francisco Martinovich S. *

En sus 58 páginas, Sala de espera (Alquimia Ediciones, Colección Ensayos con la ceniza 2011), el quinto libro de poesía de Jorge Polanco Salinas (Valparaíso, 1977) ofrece a sus lectores una poesía en la que despliega una geografía verbal muy particular, sobre la que se cierne una palabra honesta que compone gran parte de los poemas que articulan el libro.

Sobre la edición

El trabajo de Alquimia para este libro genera distintas apreciaciones. En términos de tamaño, edición, diagramación, tamaño de letra y diseño su labor es muy destacable. Un detalle de gran sutileza también corresponde a la presencia de un separador de páginas (que un lector entusiasta siempre agradecerá) diseñado en la misma estética de la portada que, a pesar del bello trabajo de arte que la adorna (en que conviven el desierto, el esbozo de un sujeto que deambula en él, y la simbología de lo urbano), contrasta con la línea estética de la poesía de Polanco Salinas.

A pesar de esto, y luego de la lectura, algo parece hacer falta. Lo que en muchos libros parece irrelevante, en este volumen en particular se hace muy necesario: un índice. La razón principal es que, la presentación de los poemas de Sala de espera alterna textos con y sin título, los que muchas veces se traspapelan y trastocan, pudiendo confundir a un lector desatento o prestarse para ambigüedades en la lectura.

Otro detalle poco favorable corresponde al texto de contraportada, en el cual el autor se dedica a pontificar su visión poética, tipificando su rol de escritor y su propia definición del trabajo poético, luego de afirmar que las certezas respecto a la poesía son escasas.

Sobre la obra

Espacios de transición

Es posible entrar a la poesía de Sala de espera desde distintos puntos de vista. Estos aspectos se presentan de manera evidente hasta en el primer y más inocente encuentro con el texto.  Como su título predica, los poemas del libro confinan al lector a un espacio determinado, en el cual se desarrollan múltiples universos simbólicos y poéticos. En gran parte de los textos la espera se construye como un elemento fundamental. Se vive en un constante estado de alerta: algo se acerca, está claro, y ese algo es un final inminente. La muerte aparece entonces como el horizonte venidero más concreto, y se expresa en diversos niveles, es decir, muere el sujeto, el hombre que vive día a día y que yace en una cama de hospital, desahuciado:  “Allí ves a tu viejo;/ sentado en su casa,/ enciende la radio, toma el pulso a la noche,/ hay una voz en la habitación,/ la voz tiembla, brilla y oscurece,/ luego se interrumpe,/ una luz gris se ha apagado./ Veinticinco de diciembre. Ha muerto” (“Sala de espera” p. 11-12).

Pero al mismo tiempo mueren la palabra, la poesía, la ciudad que se construye y se habita en la memoria y en la rutina, donde se vive el trauma: “Gritos despavoridos de los vecinos/ ignorantes de un Valparaíso/ incendiándose/ eternamente/ con reflectores apuntando/ a la arquitectura de la pobreza.” (“Afro blue” p.31). Las cicatrices que fragmentan al sujeto y el espacio en Sala de espera, se representan a partir de distintas formas de muerte: de la experiencia individual se alterna a la experiencia colectiva de la muerte y del despojo generado por la dictadura, en una expresión que revisita mucho del arte de la década de los 80´s, verbalizando una carencia que se compensa a través del exceso de imágenes y estímulos, un espacio caótico que se complementa con la presencia constante de la música, la banda sonora de una sinfonía mortuoria: “De fondo siempre se escucha John Lennon,/ la música ambiental de la abulia/ y la derrota, la inevitable mercancía” (“Música incidental” p. 37).

Escritura polifónica.

La multiplicidad de estímulos que sobrecarga las páginas de Sala de espera tiene una aparente razón de ser que, sin embargo, no logra plasmarse de manera explícita en los poemas. He aquí el principal problema en la escritura de Sala de espera. La presencia de espacios, elementos, sujetos, construcciones verbales aparece como un intento de escritura polifónica, en el cual dos voces se identifican a partir de su grafía y alineación en la página, y donde la voz poética sigue siendo el instrumento preponderante.

Lamentablemente, esta intención no llega más lejos en el desarrollo del libro. Los textos alineados a la izquierda de la página no logran trabajar en un registro común. Así mismo, los textos en cursiva, en renglón aparte, proveen al libro de una voz alterna, simultánea, que no consigue cuajar dentro del desarrollo global del libro (lamentablemente la  propuesta explícitamente dialógica que alcanza su cumbre en “Ferrocarril Belgrano”, último poema en este volumen, no prospera en otros textos). Muchas veces la otra voz que cae incluso en versos que reducen su profundidad a la de una frase célebre, en otros vuelos reflexiona profundamente, saliéndose de la angustia del sujeto por definirse a sí mismo.

El largo aliento de cada poema, la multiplicidad de imágenes dispuestas sobre el papel, la particular “banda sonora” de cada instante poético, hacen que, de la lectura total del libro, el lector consiga guardar un pequeño universo de imágenes, perdiendo muchas de ellas en el olvido al que se someten los versos menos logrados. Se entiende que esta sobrecarga de elementos es una toma de posición consciente, y por lo mismo, será apropiado afirmar que, pese a las diversas perspectivas respecto al trabajo poético de Jorge Polanco Salinas en esta obra, realiza una poesía fiel a sí misma, honesta en cuanto a sus métodos y representativa de los distintos rasgos que dan origen a su expresión. Es una expresión poética de escenas vitales: “guijarros de experiencia”, instantáneas descritas profusamente, escenas que conforman universos poéticos que poema a poema construyen este libro.

Jorge Polanco

Sala de espera

Alquimia Ediciones, 2011

*Francisco Martinovich Salas es Licenciado en Letras Hispánicas y Certificado Académico en Estética de la cultura en América Latina de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente concluye sus estudios de Magíster en Literatura en la Universidad de Chile. Ha publicado su obra poética de manera dispersa a la espera de la edición de Sospecha de nada, su primer poemario. Desde 2006 ha participado activamente como invitado y organizador en múltiples ciclos, recitales y encuentros literarios.

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