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“el juego de ir descalzas”: Barro, de Angélica Panes

por Eduardo Farías Ascencio

Barro_Anélica PanesUna niña jugando en un pasaje y en el pavimento una gran poza de agua, es lo primero que nos ofrece en su cubierta Barro (Balmaceda Arte Joven Ediciones, 2014) de Angélica Panes. Esta niña no se encuentra en el barrio alto, está situada en  un pasaje de  alguna zona periférica de Santiago, donde no hay pasto ni grandes patios ni grandes casas. Así, de barro a barrio hay solo una letra y un sonido de diferencia.

Angélica Panes construye este poemario desde el recuerdo de la niñez, aquella etapa simbolizada en el juego que realizan algunos niños con el barro: “Pero no, me dices, no fuimos tristes fuimos / precarios niños que jugaban con juguetes / rotos que jugaban con tierra y barro” (12). La presencia del barro no se sostiene solo como un componente activo en la descripción de la niñez y sus juegos, sino que también se esconde bajo ella la pobreza o la podredumbre, palabra que prefiere usar la autora a lo largo del poemario: “No tenemos fotos de las colillas sucias al borde el portón // pero de vez en cuando nos estiraban los vestidos / y tomadas de las manos solíamos posar el retrato / de la infancia pobre en el fondo de un reja de palo” (18), o “como niños que juegan y se mojan / delante de un grifo abierto a eso de las tres de la tarde / para pasar el hambre, el calor” (22). Estos dos extractos muestran cómo se divertían los niños, pese a las adversas circunstancias que se pueden observar al recorrer las calles y pasajes de las poblaciones. Más aun, la diversión se construye justamente desde la pobreza que se vive, como una oportunidad de vincularse con la tierra, el agua, el cemento y el aire libre, creando así espacios de libertad en un entorno desfavorable: “tipo dos de la tarde, una zanja abierta en el patio / para dejar escurrir: agua, lavaza, despojos / una zanja como el más entretenido de los juegos” (23).

Por otra parte, el recuerdo no es solo personal, sino colectivo. El otro ingresa en su poesía: “las zangas [sic] / en el patio, a la mañana siguiente, algunas / emposadas aún –y mientras me peinaban- te escapabas / a jugar, las botas embarradas” (14). Barro no se construye desde la individualidad que se basta a sí misma, se nutre en la relación que se establece con el otro en el día a día, logrando mostrar las dinámicas sociales de su entorno inmediato.

Además, los recuerdos de la autora confluyen en la creación de una imagen completa del barrio, imagen que excede los juegos de niñas pobres. Es así como ingresan en el poemario otras costumbres como la limpieza de elementos de la casa: “La costumbre es escobillar las alfombras en mitad de la calle / dejar que el agua escurra por los antejardines vecinos / para dejar que huelan el cemento mojado / mezcla de detergente y cloro: // el deseo de la limpieza”(22), o “cuando la hora del aseo matutino se ponen esas cumbias / a todo volumen y el pasaje adquiere un gesto de baile, de adorno”(24). La limpieza, aspecto del mundo adulto, se aprecia como un espectáculo público al no contar con el espacio privado necesario para dicha tarea, debido a la reducción de los metros cuadrados de la vivienda social, política pública que ha sido sistemática desde la dictadura y los gobiernos de la Concertación. Entonces, en el pasaje, si se exhibe la pobreza y su suciedad, también se muestra su purgación mediante la limpieza. Esta última se contrapone al mundo de los niños, en el que se destaca la suciedad, pero no como algo negativo, sino todo lo contrario. En Barro alcanza una dimensión de belleza: “pienso / los basurales pueden ser hermosos a ciertas horas de la madrugada” (32).

Por otra parte, Angélica Panes no solo configura el universo de Barro desde los recuerdos, junto con estos se aprecian racionalizaciones que dan fuerza a las imágenes poéticas: “Hubo un tiempo mejor / en todo esto hubo un tiempo mejor pero escarchas sobre la tierra / escarchas de alguna botella rota a la madrugada, juerga”(16),  o “un olor a limpia pisos y frituras y cervezas conocido (…) // Un aroma que pareciera disfrazarse de esa desesperanza que se nos abigarra / en lo profundo y que se mezcla con la yesca o el barrio venido a menos” (35). Lo interesante es que bajo estas racionalizaciones no se esconde una visión colectiva ni mucho menos política y crítica. ¿Podrá ser visto como un error la falta de una perspectiva política y crítica en Barro? Para los lectores que estén acostumbrados a una dimensión política del poema de seguro lo será, considerando que la problematización de la ciudad es parte importante de nuestra poesía política contemporánea. Desde mi punto de vista, la ausencia de una posición crítica evidente no es producto de un silenciamiento, es una decisión estética, ya que Angélica Panes asume una perspectiva lárica en la construcción del poemario: “un cardo de ensoñaciones que no alcanzaban a lar” (35). La poeta sabe que su empresa no será fructuosa, debido a que la poesía lárica era el rescate profundo de lo rural, mostrándolo con nostalgia por lo avallasador  de la ciudad y su sistema devorador. Barro no es poesía lárica ni podrá serlo, la misma autora reconoce el fracaso de la empresa. Sin embargo, el valor literario de Barro radica, desde mi perspectiva, en que intenta ampliar los límites de la poesía lárica enfocándose en otro lugar: el barrio. Y lo hace desde conceptos fundamentales en este tipo de poesía: el arraigo con el lugar de origen y la nostalgia de la niñez perdida. Pienso que su proyecto poético abre las posibilidades de la poesía lárica en la poesía chilena actual, una renovación de esa estética junto con el debido distanciamiento.

Para concluir, Barro es un poemario extenso y, gracias a las muchas intertextualidades que hay en él, también intenso, ya que las imágenes que Angélica Panes muestra, las desarrolla. Barro fluye tanto cuantitativa como cualitativamente. Es un poemario redondo, ya que el epígrafe inicial del libro pertenece al último poema, es así como se cierra el libro en torno a sí mismo. Con este libro, Balmaceda Arte Joven Ediciones sigue dando cuenta de poetas que se han  formado en sus talleres. Esperemos que en una próxima reimpresión, el editor Rodrigo Hidalgo corrija algunas erratas que molestan, mas no alejan al lector del libro.

Barro

Angélica Panes

Ediciones Balmaceda Arte Joven, 2014

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Eduardo Farías Ascencio (Santiago, 1985) es Licenciado en Letras Hispánicas PUC y Magíster en Edición por la Universidad Diego Portales/Pompeu Fabra. Ha publicado poemas y críticas en diversos medios. Se ha desempeñado también como editor en la Revista Grifo.
Actualmente es director editorial de Gramaje Ediciones.

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